-¡Ámame!- Sollozó entre lamentos.- ¡Sé que lo haces! ¡Dímelo, dime que me amas, mi amor! ¡Dímelo!
-¿Quién anda ahí?- El guardia del cementerio saltó alertado por los gritos.La tormenta clamaba. Los truenos rompían la noche como si fueran a partir el cielo en dos.
-¡Ámame mi amor!- Christine besaba con pasión el rostro del impasible ángel, que continuaba inmóvil en la trampa de sus brazos.
- ¡Necesito tu cariño, te necesito!
-¡He preguntado que quién anda ahí!- Se escuchó de fondo el sonido de una escopeta al cargarse.
Los rayos ofrecían breves instantes de luz. Aulló un lobo.
-¡TE AMO!- Imploró Christine con todo su corazón a su amada estatua.
-¡ALÉJATE DE ESA ESTATUA!
Silencio.
No hubo más que eso tras el horrible sonido de una bala que impacta contra la carne.
Los ojos de Christine, cristalinos y llenos de una tristeza desbordante, se abrieron desorbitados por última vez antes de ir perdiendo el sentido. Pese a sus esfuerzos por mantenerse firme, la fuerza de sus brazos fue cediendo hasta que le fue imposible continuar abrazando a su ángel de piedra. El blanco de su camisón fue interrumpido por el rojo de la sangre que resbaló por sus piernas, manchando la estatua y, mezclándose finalmente con los charcos de lluvia al llegar al suelo. El cuerpo casi sin vida de la joven quedó anclado sobre la estatua del ángel que, con la mano extendida parecía que intentaba sostener a la muchacha que frente a ella moría.
- Sé... que... vendrás por mí.- Susurró con su última respiración en la oreja del ángel.
- Te amo...
2 comentarios:
hermoso!
No sé yo si los guardianes de cementerios se dedican a pegar tiros así por las buenas...
miau
de
camaleón
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